domingo, 25 de marzo de 2012

Primeras Caricias. Beatriz Gimeno. Relato número 10 (2)

INICIACION (II)


Mi vida entera se revolucionó también porque por primera vez deseaba claramente a una mujer real y conocida. No era ahora el deseo vago y que apenas me incomodaba, mezclado con un enamoramiento adolescente, que hubiera podido sentir en el colegio por una de mis profesoras; o el deseo, para el que apenas tenía tiempo, por una de mis compañeras durante la carrera. Ahora, al poco de conocerla, Paloma se convirtió en un deseo lacerante que no me dejaba dormir por las noches ni respirar por el día, cuando la tenía delante. Pero, por nada del mundo me hubiera permitido pensar en que nada real, nada de verdad, pudiera suceder entre ella, con apenas 25 años y yo, que rozaba los cuarenta; entre una joven lesbiana militante con múltiples experiencias sexuales, tal y como era evidente con sólo mirarla, y una mujer de provincias que se había quedado "para vestir santos". Aquello era algo inoportuno de lo que yo pretendía librarme en cuanto pudiera. 

Pero no me resultaba fácil. Estaba acostumbrada a masturbarme ordenadamente una o dos veces por semana; estaba acostumbrada a sentir cierto temblor interior cuando una actriz o una modelo aparecía ligeras de ropa en la televisión, ese era todo mi mundo erótico, todo lo que tenía, todo lo que esperaba del futuro. Y de repente aquella joven deseable, hermosa, sexi, segura de sí misma entraba en el mismo espacio que ocupaba yo para volverme loca. No me la podía quitar de la cabeza ni dormida ni despierta, a pesar de que era lo más desagradable que podía, todo para que mi interés no quedara al descubierto. Y ahora, al masturbarme, la imaginaba desnuda, pensamiento este que me resultaba perturbador al máximo porque no podía por menos que pensar que era una falta de respeto hacia una doctora, algo de lo que me avergonzaba.

Por otra parte, yo estaba pasando un mal momento, ese en el que te preguntas si tu vida ha merecido la pena, si lo que tienes que no es gran cosa, es lo que vas a tener hasta el momento de tu muerte, ese en el que piensas que has desperdiciado el tiempo del que has dispuesto, cuando la doctora Gálvez, para mi sorpresa, comenzó a mostrar cierto interés por mí. Según me explicó mucho después, se me notaba a la legua que me gustaba, así que decidió no mostrarse indiferente; dijo que le gustaban las mujeres mayores, después me dijo que el hecho de que yo pareciera tan inexperta y "armarizada" le daba mucho morbo. El caso es que si yo no quería verla en todo el día, me la encontraba en todas partes; si yo buscaba estar especialmente desagradable, ella estaba encantadora y me mostraba una sonrisa que yo no entendía. Y así pasaron los días, los meses y toda mi vida dio un vuelco. Durante un tiempo luché contra mí misma en razón no sé de qué, pero fuera lo que fuera, puedo decir con alegría que perdí; o que gané, que es lo mismo. Paloma comenzó a insinuarse de una manera evidente.